English plantillas curriculums vitae French cartas de amistad German documental Spain cartas de presentación Italian xo Dutch películas un link Russian Portuguese Japanese Korean Arabic Chinese Simplified

6.10.2012


Capítulo
3
Sentenciada
N


ormalmente, cuando estoy sentada en una heladería con una capacidad para un máximo de diez personas con un tipo del tamaño de Jules, esperaría que  tuvieran un poco de respeto y no se me quedaran mirando como lo estaban haciendo en esos momentos. Pero en lugar de eso, la mesa llena por adolescentes, que podrían pasar por fanáticas obsesivas,  contigua a la nuestra no dejaban de mirar a Jules y luego a mí, haciendo una comparación entre la posible relación que podríamos tener y cuanto mi belleza física aumentaría eso.
-No dejan de mirarte-mascullé mientras metía la cuchara a mi boca.
-Soy irresistible, querida.-Jules alzó los brazos e hizo una pose de modelo fisicoculturista. Las adolescentes se abanicaron la cara ruborizada con las manos.
-Los diecinueve te han caído de maravilla.-Jules se metió el helado de chocolate, lamiendo la cuchara para que las adolescente hiperventilaran aún más.
-Deberías estar orgullosa de estar conmigo.
-No te apresures, guapetón.  Todo el alumnado de mi colegio está colado por mí, así que también deberías estar orgulloso de estar sentado junto a mí.
Jules me miró con profundidad, guiñándome un ojo.
-¿Cómo vamos a regresar?-pregunté con indiferencia.
Él se recostó en el respaldo de la silla con los brazos cruzados sobre la cabeza.
-Conozco el camino. Lo he memorizado…solo por si necesitaba volver. Ya ves que me ha servido.
Esperé a que Jules aclarara la dirección de la base. Pero solo obtuve un pitido como el que había tenido horas atrás, solo que intensificado y opuesto. Esta vez no era el pitido de un GPS, sino el constante ronroneo de un motor de motocicleta antigua. Me cubrí los oídos, deseé que el pitido no fuera más que una falsa alarma y no lo que sabía que significaba.
-¿Qué pasa?-preguntó Jules serio.
-¿No lo escuchas?-Él parecía ajeno al sonido, por lo que intuí que solo yo reconocía lo que se aproximaba.
Negó con la cabeza, girando hacia los lados con los músculos de acero contrayéndose con cada movimiento.
-¿Qué pasa?-insistió.
-Está aquí-grité sobre el incesante sonido que cada vez aumentaba más el volumen. Todas las personas presentes parecían darse cuenta de mis gritos. Yo solo podía ver el rostro alarmado de Jules hablándome y empujándome, pero sus palabras se entremezclaban con el silencio del viento.
-¿Quién?-leí en sus labios.
-Darth Vader-Jules no entendió-. El cazador está aquí.
Su primera reacción fue abrir los ojos como lunas, podía ver la frente perlada por el sudor. No tenía claro si se trataba de una reacción instintiva o de la utilidad de mi información.
-¿Dónde, Gweny? ¿Dónde está el cazador?
Negué en un solo movimiento.
-No sé, pero está aquí. Cerca.
Las fanáticas me miraron con cara de pocos amigos cuando Jules me agarró por la muñeca, comiendo su helado a regañadientes. El sonido dentro de mi cabeza seguía sin detenerse, por lo que Jules tuvo que sacarme del local tan lento que inclusive una anciana que iba entrando tuvo que apurarnos.
-Gweny, tienes que decirme donde está el cazador.-pidió Jules, gritando.
-Maldita sea, Jules, te he dicho que no sé.
Jules farfulló algunas palabras sin sentido por lo bajo, luego me siguió arrastrando por la calle hasta que estuvimos en la esquina de un callejón que daba hasta la puerta trasera de un restaurante chino que al solía ir con Carlie.
-¿Qué escuchas?-preguntó Jules con inseguridad.
-Solo un zumbido. El zumbido que siempre escucho cuando el cazador está cerca; no lo suficiente para atraparme con la guardia baja, pero si demasiado cerca para evitar que me fugue hasta otro lugar.
-Está bien. ¿Escucharías el zumbido más potente si el cazador se acercara?
-No soy un detector de metales-Jules puso los ojos en blanco-. No quieres ir en su búsqueda ¿verdad?-este puso cara de no saber nada-. Demonios, Jules, estás loco. Sabes que el cazador es un demente con fantasías de Terminator. 
-Él te llevará hasta la base, Gweny.
-Creí que sabías como llegar.
Jules se giró por completo, dándome la espalda mientras observaba a una mujer rubia con un coche de bebé.
-Jules…
-Hace un buen tiempo no voy a la Dark Wing, ¿vale?…Quizá se me hayan olvidado algunas cosas.
-¿Qué cosas?
-Como en que parte del mundo está construida.
Suspiré bastante fuerte para que Jules se girara de nuevo hacia mí. Pareció conmocionado.
-Sabes que no haría esto Gweny si no fuera necesario. Ponerte en peligro es algo que siempre intenté evitar, pero esta vez tenemos que hacerlo. Tenemos que encontrar al cazador.
Volví a suspirar, recordando el moreno rostro de Pj gritando mi nombre e intentando comunicarse conmigo.
-De acuerdo.
Jules se alegró de que accediera, ya que normalmente no lo hacía. Solía jugar bajo mis propias reglas.
Mantuvimos la guardia alta mientras caminábamos por la calle de Leim directo hacia mi escuela. Buscar al cazador con mi sentido caza personas era tan frustrante como agotador, era algo que sencillamente no entraba en mi lista de “súper poderes mentales.” Pero Jules estaba convencido de que una vez que accediera a su ubicación exacta entre un perímetro de cuatrocientas millas el resto iba a ser pan comido.
Entretanto,  Jules, que se las había apañado para entrar a mi instituto sin una tarjeta de invitado o una referencia extraescolar, me obligó a inspeccionar cada zócalo que se pudiera ver, y los que no también. La cancha de fútbol fue víctima de nuestra búsqueda, el salón de ciencias y las aulas de audiovisión, así como también la cafetería y los baños públicos.
-Esto es estúpido. El cazador no está aquí.-Ya me estaba dando por rendida, pero Jules, que era una excelente representación de un líder motivado, no se sometía tan fácilmente.
-Vamos, Gweny. Piensa que estamos jugando a las escondidas como lo hacíamos en el campo de entrenamiento.
-Entonces deberíamos ir a una plaza pública. Allí es donde todos se esconden por ser el lugar más abarrotado de personas.
Jules silenció por un momento.
-Infiltrarse entre el montón para parecer normal, tiene sentido. Tienes toda la razón-Y me arrastró de nuevo.
Cuando salí a tientas por la puerta trasera del Richmond Hight School a manos del poseído Jules, el sol vespertino había recogido sombras de todas partes para agruparlas sobre el cielo ceniciento, seguramente ya la hora sobrepasaba las seis de la tarde. Y mientras Jules seguía entusiasmado con su misión suicida, Carlie paseaba al lado de Susan, la chica rata. Ambas estaban riéndose de algún chiste crudo y Susan llevaba en la mano una chupeta de cereza al igual que Carlie.
-¿No es esa Pisque?-Susan me señaló con el dedo cuando Jules me arrastraba con más fuerza que antes.
-Hey, chica. Por aquí-Carlie me agitó el brazo mientras corría en mi dirección. Escuché como Jules gruñía por lo bajo.
-¿Qué cuentas, Carls?-Intenté sonar como si nada estuviera ocurriendo, lo cual obtuvo el resultado contrario, gracias a que Carlie era como una lectora de mentes cuando se trataba de mis mentiras. A veces creía que era ella quien tenía todo el rollo de los poderes.
-Nada, ya que te olvidaste de pasar por mí en mi clase de gimnasia. Gracias, por cierto.-Carlie me repasaba con la mirada, solo se percató de la presencia de Jules cuando este me habló.
-Creo que deberíamos apurarnos, Gweny-sugirió con un tono más bajo de lo normal.
Carlie se sacó la chupeta de la boca cuando miró la cara impasible de Jules, recorrió su cuerpo en lo que pareció un segundo y luego me miró con los ojos desorbitados como si hubiera visto un fantasma.
-¿Quién es él?-susurró a mi lado.
-Jules. De la Dark Wing.-respondí ecuánime.
-No dijiste que era todo un dios. Por Dios, Pisque, este tipo está realmente bien dotado. No será tú Eros ¿verdad?
Carlie tenía una cierta fascinación con las divinidades antiguas razón por la cual-gracias amiga-escogió el nombre de Pisque para remplazar el que Joe me había otorgado al nacer. Le parecía bastante apropiado que fuera la hermana menor (y la más bella, según ella) además de ser tan importante para la Dark Wing; Carlie decía que yo era “su soplo de vida” y que sin mi código mental ellos posiblemente no tendrían oportunidades, además de otros factores que realmente me dejaban sin cuidado. Un nombre bastante preciso. Así que mi constante aversión hacia lo hombres era, para Carlie, una fascinación en la que encontraría finalmente a mi Eros con el que viviría un “amor inmortal.” Esa era la parte que yo siempre omitía en la elección del nombre.
-Calla. No digas ridiculeces.-Carlie se encogió de hombros.
-Si no es nada contigo, entonces podrías presentármelo.
Jules, que al parecer había escuchado toda la conversación, parecía irritado y algo avergonzado.
-Gweny, creo que deberíamos irnos.-Carlie miró repentinamente a Jules como si  tuviera un papel en la frente diciendo: “AGARRAME QUE TE MUERDO” y entonces sucedió lo que me temía: Carlie dejó caer su chupeta y se puso a reír como histérica.
-Bien, Carls. Me tengo que ir. Luego hablaremos.-miré el rostro escondido de la pequeña Susan-. Susan.
Susan asintió para luego rematar con Jules que la ignoró completamente al igual que a Carlie.
-¿Qué te pasa, Julian?-Jules volvió a tomar mi muñeca.
-Tú amiga me imaginó desnudo.
Por suerte, para Jules, no me inmuté con su comentario.
-No es para tanto-intenté suavizar el ambiente-. Yo te imagino desnudo de vez en cuando.
Jules giró el cuello para observarme con una mirada mezclada de inquietud y zozobra.
-No vengas con cuentos, Gweny. Tenemos encontrar al cazador.
-No te envares. El hombre vendrá hasta nosotros, como siempre.
Alrededor, un grupo de skaters brincaban buscando una posición alarmante. Luego de que el crepúsculo por fin hiciera su aparición, los nervios de Jules parecieron salir a flote. Yo solo intentaba no tropezar cuando este me jalaba por la blusa que ya estaba casi rasgada por la exagerada fuerza. Este pasó al lado de los chicos sin prestar ninguna atención en que casi se llevaba un bebé con un biberón por delante.
-¡He! Tenga cuidado-gritó la mamá mientras agarraba a su hijo por el brazo.
-Lo siento señora-me disculpé.
Jules  ni se percató.
-Para-le obligué-¿Quieres que todos se enteren que pasa algo? Este no es el campo de entrenamiento, Jules. Aquí no necesitas estar a la guardia todo el día.
-Yo creo que sí-respondió, caminando solo al lado de unas ancianas en un grupo de costura al aire, alumbradas solo por una farola de luz naranjada.
-Jules, ¿porqué tienes tanta prisa en encontrarlo? Yo sé que estás preocupado, pero los chicos se saben guardar las espaldas entre ellos y principalmente saben cómo defenderse.
- Si no quieres hacerlo, no lo hagas.
-¿Qué, ahora no confías en mi capacidad de combate?
-Tú sabes que sí-se acercó, agarrándome los dedos-. Gweny, he estado lejos demasiado tiempo; no sé cómo han estado las cosas en la Dark Wing, no sé cómo has estado tú y no sé cuáles  son las precauciones que toman ahora frente a cualquier amenaza. Es solo un escudo inconsciente.
El sonido detector volvió aparecer, esta vez tan fuerte que creí que los oídos me iban a estallar. Pero logré acallarlo con una simple confirmación hacia Jules.
-No te preocupes. El cazador está aquí mismo, entre nosotros.
Jules miró apuradamente hacia todas partes. Era un gran inconveniente que el parque estuviera atestado de corredores nocturnos, viejitas con zapatos ortopédicos, niños en columpios y un grupo de hombres ensayando algún recital dramático.
-¿Quién es?-preguntó Jules exasperado.
De entre todos nosotros, yo había sido la única que había conocido al cazador personalmente. Todos lo conocían por ser un gilipollas que cazaba a los inoportunos, pero muy pocos vivían para contarlo, quizá yo había sido la única que había vivido para contarlo.  Pero eso era solo un nombre, un epígrafe que ponía pocas palabras y difícilmente decía la verdad. Darth Vader se había ganado con mucho esmero el apodo: en nuestros cuatro, casi cinco encuentros, había vestido una armadura negra asegurada con manopla laser, espuelas rompe culos, celada romana al igual que la escudería y todo eso, un arma-ballesta de fuego azul con balas de frame que destellaban como una llamarada de luces de bengala y botas militares estilo nazi, muy a lo Ghost Rider. Todo un complejo estético. Su voz era siempre ufana  e infantil, pero tenía una concesión dura para tomarse su trabajo como un chiste. Darth Vader era el modelo perfecto de un robot militar creado para asesinar extraterrestres invasores. Lo cual era casi parecido a nuestro caso.
-Podría ser cualquiera-inquirí.
Todos los presentes en el parque tenían caras demasiado normales para ser el cazador, pero él era un as cuando se trataba de encubrirse. Y si eran abuelitas con caja de dientes era más probable que estuviera cerca.
-¿Podrías llamarlo?
-Nunca lo he intentado.
-Inténtalo entonces-me incitó.
¿Darth? ¿Estás ahí? Yu-hu, ¿puedes oírme? Vamos, nos estamos ofreciendo a tus servicios y no apareces… Vaya minúsculo cambio de decisión.
Nadie cambió sus quehaceres. Jules señaló por detrás de mi espalda con el dedo y el cuerpo rígido y la cara completamente inundada por una mueca que podría ser fácilmente de temor. Un grupo de empresarios en traje divagaban acerca de un plan de marketing, uno de ello nos miró como si lo estuviéramos nombrando, sonrió con una línea fina y asintió.
-¿Es él?-preguntó Jules, bajando el brazo y acomodándose a mi lado en señal protectora.
Observé mejor la cara del hombre. El traje se le amoldaba al cuerpo con hombros anchos; una camisa de lino con una corbata anudada por manos de un adicto y una chaqueta con botones en la muñeca. Tenía el cabello tirado con gel hacia tras, mostrando una frente ancha y lisa, los pómulos altos y la nariz ancha y recta. Los ojos eran casi tan oscuros como los de Jules y miraban directo hacia los zapatos sin correa de charol, apretando los puños dentro de los pantalones a juego grises. Parecía un bastardo clásico, un mafioso de limusina y matones de camisa impecable y corbata siciliana. El paquete completo.
-Es él-anuncié-. Es el cazador.
El cazador era un desgraciado con cara de modelo entrado en edad. Apostaría que tendría unos treinta y cinco, pero era como si el tiempo tuviera el resultado contrario en su aspecto y en vez de envejecer con los años, simplemente se viera más atractivo.
Darth comenzó a endilgar hacia nosotros, mirando hacia los lados y rascándose la mejilla con traza indiferente.
Cuando por fin lo tenía delante-personificado en tinta negra y rubricado con floritura-Jules se aseguró de pasarme el brazo por delante a modo de protección y poner cara de asqueo.
-Gwen-saludó con un asentimiento de cabeza.
-¿Qué hay, Darth?-sentí los ojos agudizados de Jules sobre mí.
-Nada nuevo. Realizando mi turno preferido de trabajo.
-¿Qué sucedió con la escudería?
-Un cambio de ambientación. La base sugirió guardar la compostura para infiltrarme entre la muchedumbre.
Miré hacia los otros hombres de traje que hablaban entre sí, echándonos miradas furtivas cada vez que Jules se removía a mi lado.
-Claro, porque tener a un grupo de hombres de negocios hablando en un parque público a estas horas no es nada fuera de la común. Mándales saludos al agente J y K de mi parte, ¿quieres?
-Algunos de mis guardaespaldas-respondió a mi pregunta no formulada-…Por protección.
-¿Protección? ¿Para que necesitas protección?-Esta vez Jules se decidió hablar.
-Ahhh, pero si no es más que Jules Worthon. He tenido mis ojos en ti también, amigo-Jules hizo una cara de asqueo cuando el cazador le refirió con tanta intimidad.
-No creo que necesites a tantos hombres, Darth.
-Algunas medidas de precaución. Me causaste muchas bajas en nuestro último encuentro.
Darth y yo habíamos creado una especia de relación amistosa durante las veces que nos encontrábamos. Cuando yo me refería a él como Darth, él me decía molestia o mocosa, hubo una vez donde me dijo cría. Él era como el padre que jugaba a las escondidas conmigo cuando Joe nunca lo hizo, lo cual hizo que sintiera una levísima estimación hacia él.
-Este es el plan-aclaré-: No pelearé esta vez porque necesito que me lleves hasta la base. Acéptalo como mi regalo de navidad.
-¿Puedo preguntar a que se debe este repentino cambio de pensamiento?
-No. Ahora, llévate a tus hombres fuera antes de que sospechen algo. Se me da difícil crear mi cascarón en la sociedad para que un grupo de soldados lo rompan. 
Me di la vuelta con Jules rozándome los tobillos, demasiado previsor ante cualquier ataque que se pudiera presentar por parte del cazador y su ejército de Mortal Combat.
-Te recogeré mañana en el amanecer.
-Ni siquiera sabes donde vivo-repliqué, haciendo énfasis en la palabra “sabes”
-En realidad, sí lo sé.-Luego se giró y se fue de vuelta hacia sus guardas.


-Repasemos el plan-Jules se hallaba recostado sombre mi cama en una posición bastante atrevida.- Mañana el cazador te recogerá para llevarte en su camioneta. Pero yo te seguiré en mi Harley para saber en donde está ubicada la base…
-¡Espera!-grité, levantándome del alfeizar de la ventana por la que se podía ver la luz encendida del puesto de parilla de la casa de Carlie.
-¿Qué pasa?
-¿Tienes una Harley?-Jules hizo como si no hubiera escuchado-. Creo que ahora prefiero que vayas tú con el cazador
-Limítate a ser fiel al plan, ¿de acuerdo?
Se levantó pasando por mi lado para salir por la ventana.
-Como si nunca lo hiciera.-susurré, pero estuve segura de que me oyó.
Jules saltó con una impecable voltereta hasta el césped recién cortado de mi patio delantero. Telefoneé a Carlie.
-Será mejor que me digas todo al respecto-Carlie respondió, seguramente mirando mi número en su identificador de llamadas.
-Solo si quieres jugar a ser Vidal Sassoon hoy.
-Llevaré mis tijeras-colgó.
Solo le tomó dos minutos atravesar la baya blanca de su casa, agarrar la llave de repuesto bajo la maceta del pórtico de la mía y saludar a mamá que estaba viendo su programa de Salud y Vida  recostada en el sofá con una manta vieja encima y una tostada repleta de nata y azúcar, haciendo todo un plan para esta. Si me la como ahora pensó me levanto media hora antes mañana, camino diez minutos corro otros  diez y vomito los otros restantes. Pero no lo haría porque siempre pensaba lo mismo y cuando el despertador sonaba se limitaba a prender la televisión y comer otra tostada lamentándose por haberse casado con Joe y haber tenido a Charity a los diecisiete.
Carlie apareció con dos pares de tijeras de diferente tamaño, mi peine especial y un bote con agua colorante negra.
-¿Para qué el agua?-Se sentó en la punta de la cama, dando una gran exhalación por el cansancio de correr, lo que hacía solo en la clase de gimnasia.
-¿Quieres todo el kit completo?-asentí sin saber realmente que estaba aceptando-. Creí tener tinte rubio, pero mamá se lo acabó toda la semana pasada. Solo tengo este, espero que no te moleste  que sea el tinte de cabello que usé para mi obra de teatro hace cinco años.
-Jules tiene diecinueve años-comencé mientras Carlie se acomodaba a mi espalda y calculaba el mechón de pelo que se llevaría por delante-. Lo conocí la primera vez que entré a la Dark Wing, en eso era un escuálido rebelde con aretes por todos lados.
-¿De verdad?
-Ajá…
Para cuando Carlie terminó de secarme el cabello con un ágil movimiento de mano, ya sabía toda la biografía de Jules y eso pareció animarla más para pedirme el favor de hablarle de ella. El corte era bueno, en realidad. Aunque parecía chueco, y ya lo tenía negro del todo, parecía darle forma a mi rostro; las puntas se disparaban por todas partes y, gracias a Dios, lo tenía liso para evitar que se formaran nudos por todas partes.
-Te veo luego, Pisque. Te mantendré encubierta.
-Claro. Gracias.
Era sencillamente eso: decirle lo que pasaría y en un santiamén tenía toda una coartada asegurada para antes de que me fuera.
Esperé a que mamá por fin apagara la televisión y entrara a su cuarto para bajar a la cocina y agarrar una barrita de cereales que me zampé allí mismo.  Afuera, el viento se ondeaba a jirones alrededor de los dorsales de los árboles a medida que la fuerza se disipaba y se creaba una fuerte corriente que me llego como cuchillos hasta los huesos; subí a mi habitación, eché el último vistazo a mi nuevo corte que Carlie había minuciosamente cortado con las tijeras de profesión y me tiré en la cama, arropándome con todas las sábanas que encontré.
La urgente necesidad de desentrañar al asesino de mis amigos fue una gran distracción que me impidió cerrar los ojos y descansar; por lo que tuve que contactar con Jules.
Jake, ¿me escuchas?
Claro y fuerte. ¿Pasa algo?-La voz de Jules era una constante ufanía, con decir que probablemente estuviera en un bar rodeado de pechugonas.
¿Dónde estás?-La respuesta tardó en llegar unos momentos.
Con el tiempo, la comunicación mental se volvía cada vez más fácil de realizar, si sabíamos cómo funcionaba y si se reconocía su presencia mental. En esa última era muy buena, siempre asociaba la presencia mental con los olores,  cada uno tenía su propia marca diferencial. Si bien Carlie llevaba impregnado olor a dulce de cereza en su cuerpo, su presencia mental siempre había sido igual de dulce, así que encontrarla entre una multitud era como poner a prueba a un ciego obligándolo a encontrar el pastel de dulce de entre los de hojaldre. Con Jules todo se mezclaba; su olor corpóreo se asemejaba bastante al de la libertad, como el sentimiento del primer día de primavera donde todo se teñía a olores de flores e intenso calor solar; también tenía un leve olor a las hojas de un libro nuevo y especialmente, no cabía duda que siempre permanecía empapado de bellotas, frutas secas y campo; mientras que su presencia siempre había sido lo contrario, al principio me tomó tiempo acostumbrarme al cambio radical que componía su cuerpo y su mente, pero luego de percatarme que eran iguales, lo hacía completamente entendible: cuando Jules olía a libertad, su presencia estaba en algún lugar humedecido en alcohol, cuando olía a bellotas era porque estaba en cualquier campo abierto…, y así todo se relacionaba con el lugar en donde se encontraba.
En un bar. ¿Pasó algo?
No puedo dormir.
¿Quieres que vaya?
¿Dónde estás?
En el centro. ¿Por qué?
Iré para allá.
No, espera…-Me desconecté antes de que me impidiera ir. De esta manera solo yo podía hablar conmigo misma y ningún intruso me contactaría.
Había algo extraño en la manera en como impedía que pasara, Jules se sorprendió la primera vez que lo logré hacer porque ninguno de los demás puede hacerlo. Aún si se guarnecían con adiestramientos mentales como el sudoku o el rubik-también funcionaba para nosotros-, ellos no podían impedir ningún tipo de rastreamiento mental. Así no lo quisieran.
Me metí dentro de una campera militar y cogí las llaves del auto que reposaban tranquilamente sobre el tablón de la cocina. Mamá me había comprado un escarabajo de pintura beige desconchada con sus últimos dos sueldos como camarera en un restaurante al sur de Richmond, menos mal había llenado el depósito porque el centro no quedaba a menos de diez minutos de distancia.
Cuando el motor encendió en mi última suplica, las luces delanteras encendieron todo el vecindario y metí el pedal hasta al fondo antes de que el perro pitbull de la señora Sparks me delatara con un sonido inconfundible de policía canino.
El centro, por el contrario, estaba iluminado con luces artificiales de todos los colores que distaban ser buena calidad, iluminaban todos los bares de mala reputación apilados e innecesariamente juntos los unos con los otros para instaurar un plan de sugestión donde el “más vistosamente lleno de prostitutas y borrachos era el más apetecible,” además de trabajadoras sociales con poca ropa en las aceras esperando un nuevo cliente. Cuando mamá me había advertido del estado del centro no mentía. El sitio era desastroso y concurrido por personas de dudosa procedencia social. Podría haber jurado haber visto el alcalde junto con una mujer que no era precisamente su esposa.
Estacioné el coche en una calle que me pareció segura y me bajé, cubriéndome el pecho con la campera.
Las prostitutas me miraron de reojo con cierto mosqueo, y un borracho me derramó alcohol sobre las perneras cuando se tambaleaba para mantener el equilibrio. Un remolino de humo agrio salió por la boca de un local en la esquina de la calle por la que caminaba, lo que me indicó que allí estaba Jules por como el olor a libertad primaveral se escabullía de entre todo lo demás.
Dentro, todo era humo y olor a cerveza de barril. El lugar estaba ambientado en una taberna del siglo dieciocho, con la música y todo; por cada lugar al que se miraba había cierto desconcierto de madera, un escenario donde daban un show de polca y hombres y mujeres vestidos con ropas tradicionales de paliacate. Al fondo, una cabeza rubia estaba rodeada por pechugonas, como lo supuse, pero esta vez Jules estaba más ebrio que de costumbre por lo que podría deberse el efecto del alcohol sobre la vista estética. Encajaba perfectamente con el lugar, parecía todo un vikingo.
Como todos estaban tan ebrios para notar a una muchachita de uno con sesenta con el cabello rapado, mi edad no debía considerarse como un desacato a la ley. Ya que nadie se daba cuenta…
-Buena compañía, Jeremiah.
Me senté en la silla frente a Jules que bebía de un tarro gigante lleno de cerveza y las pechugonas que estaban vestidas como todas unas bohemianas le anudaban el cabello teñido. Con toda la escena puesta no había notado lo parecido que era a Marco Hietala de Nightwish.
-¿Qué carajo haces aquí, Gwen?-preguntó más como reproche que como pregunta.
-Me gusta la cerveza-admití mientras le sacaba el vaso de entre los dedos.
-Ni lo pienses.-me arrebató el vaso antes de poderlo meterlo entre los labios- . ¿Y ahora donde está tú cabello?
Jules se restregó los ojos con el dorso para comprobar que mi cabello corto no era por la falta de una visión cuerda.
-Camuflaje, encubrimiento, llámalo como quieras.
-¡Ni siquiera está parejo!-Las pechugonas coincidieron con una mirada de estar de acuerdo con el comentario de Jules ebrio.
-Pues eso le da más credibilidad. ¿No me invitarás a nada?
-Por supuesto que no. Aún no tienes edad.  
Hice un puchero al que respondió con una gran sorbida a la cerveza.
-Todos están más que borrachos. Nadie lo sabrá.
Necesité más de dos suplicas para que Jules se dignara a quitar los ojos de las mujeres que seguían revoloteando alrededor. Lo miré con cara asqueada.
-Veo que tus neuronas están mal. Vamos a casa.
La mirada de Jules fue desconcertante, al principio fue como una severa futilidad, luego cambió a una agilidad entrañable y terminó siendo una divertida desprovista de severidad agregada a un rostro zalamero lleno de coquetería.
-¿Me llevarás a tu casa?-la voz le salió como un ronroneo.
-Sí. ¿Hay algún problema con eso?
-Le llevo un gran miedo a la oscuridad. ¿Dormirías conmigo?
De nuevo las pechugonas parecieron mirarse al mismo tiempo; cuando me echaron una mirada escrutiñadora comprendí que estaban sopesando el que fuera la novia de Jules. Pero parecieron descartar la idea cuando vieron mi diminuto cuerpo al lado de uno tan gloriosos como el de Jules, que ni se movió.
-Levanta tu embriagado trasero de esa silla y vamos a casa.
Como mis palabras flotaron vagamente en el aire sin siquiera tocar los tímpanos de Jules, puse uno de sus brazos gigantes sobre mí. Una de las pechugonas que respondió al nombre de Berta me ayudó a levantar todo su cuerpo, claro que sabía que lo único que quería era tocarlo por partes que no se veían a simple vista.
Lo llevamos fuera hasta el escarabajo e intenté meterlo de alguna manera en la imposible cavidad del copiloto. Jules no dijo nada. Me aseguré en el asiento y me abroché el cinturón de seguridad, capté un leve gemido que asimilé con Berta despidiéndose de Jules a escondidas y aceleré en punto muerto.
-Gweny…-habló Jules con la voz perdida entre el viento que entraba por la ventanilla y el adormilamiento que resultaba de una buena noche encendida a tragos.
-¿Qué?
-Prométeme que te mantendrás a salvo.-Como la autopista estaba levemente bañada por la llovizna reciente, el choche derrapó debido el fuerte frenazo que hice.
-¿No vendrás conmigo?-pregunté alarmada hasta la médula.
-Me temo que esta vez tengo algo más importante que hacer.
-¿Cómo diablos pretendes dejarme botada en la Dark Wing?
-Yo no estaría tan alarmado, después de todo ya sabes cómo contactarme. Yo haré lo mismo si tengo noticias de algo.
-Joder.-exclamé con incredibilidad, direccionando el choche por las vías.
Cuando llegamos a casa, la calle estaba inclusive más oscura que de costumbre, por lo que tuve cuidado por evitar hacer el más pequeño sonido. Jules rogaba repetidamente que lo metiera en una cama y había dicho algunas cosas más que no logré entender o quizás eran demasiado para recordarlas. Subí las escaleras de madera casi podridas hasta la segunda planta donde se encontraba la habitación de mamá y la mía. Como solo había una cama disponible, opté por dejar a Jules dormir las últimas cuatro horas que nos restaba para que el cazador viniera por mí y le eché la sabana encima.
-Quédate-pidió. Creí que lo de la oscuridad era una tontería, pero su rostro salpicado con pretensión de miedo ensimismado en el sueño bastó para concederle el beneficio de la duda.
-Ya duérmete-Le cobijé hasta la cabeza y deshice los pasos que había recorrido.
-Quédate-imploró, esta vez con rudeza.
-¿Dónde quieres que me meta? Ocupas toda la cama y hasta te caes.
Jules alzó las sábanas hasta que pude ver su torso, luego se corrió hacia el borde y recostó la cabeza en la punta de la almohada indicando un lugar en el que podía a duras penas entrar. Me metí, teniendo que estrecharme a él como si fuéramos una lata de sardinas. Cuando Jules me tapó con el resto de la sábana esperé hasta que estuviera dormido por el cansancio para escabullirme hasta el sofá de la sala y echarme una buena siesta, pero en lugar de eso me aprisionó con su brazo de acero y me pegó a su cuerpo como un oso de peluche. Aunque podría pasar fácilmente por uno, el peso aplastante de Jules era más que asfixiante.
-Duerme bien, Gweny.
-Lo mismo, Jules-Casi no logré articular las palabras que se me habían atascado en la garganta.
-Me alegro de tenerte de nuevo en mi vida.
-Ya deja de hablar, tu tufo más lo que me queda de aire es imposible de soportar.  Duérmete.
Jules me obedeció con una sonrisa de niño que recién había cometido una travesura. Pronto, pasados los minutos, los únicos sonidos audibles era el de los constantes ronquidos de Jules, que terminaron por arrullarme.


La alarma sonó poco después del amanecer. Al mismo tiempo en que la luz de sol se coló por una pequeña rendija de la ventana.
Me giré sobre un costado para reparar porque la cama estaba tan vacía y fría, especialmente vacía….Jules no estaba, pero sus tenis estaba perfectamente alineados al borde de la silla del escritorio donde reposaba mi campera militar.
¿Dónde estás?-Jules se encontraba cerca.
En la ducha. Espero que no te moleste que haya tomado tu toalla-. Tomé aliento y me paré de la cama con una fuerza que creí imposible para las mañanas de madrugada.
Como era tan temprano supuse que mamá estaría haciendo su café diario de desayuno para ir a trabajar… ¡Mamá!
No te preocupes. Salió hace unos minutos.
Me tambaleé por la rápida subida, tanto de la cama como de la adrenalina de que mamá hubiera descubierto a Jules en mi ducha dándose un baño…Sin ropa.
¿Te encuentras bien?
Cállate-Le obligué-. Ya sabes que puedo ver lo que estás haciendo si me hablas.
La risa de Jules fue como una explosión de colores en mi mente. Bastante irritante para forzar a desconectarme.
Veinte minutos después, Jules y yo ya estábamos vestidos. Él con la misma ropa del día anterior y yo con mi playera de tiras a rayas de los colores del arcoíris, un pantalón caqui y los botines rojo gema que Carlie me había regalado para mi último cumpleaños.
-Linda ropa-profirió Jules con voz cansina, esperando con el cuerpo recostado en la Harley.
-Debo estar presentable para Darth. No me encuentro frecuentemente con él y ya sabes que dicen de las impresiones.
-Tienes un serio problema en cuanto a cambiarle los nombres a las personas. Es denigrante.
-Por lo que a mí respecta, es solo una muestra de afecto, Jasper.
Desde los trece años le había cambiado el nombre de Jules por todos los que comenzaran por la J, una pequeña satisfacción cuando me llamó Gweny. Aunque estaba muy agradecida de que los de la base no informaran a sus habitantes acerca de mi relación Doberman-Deneddy.
Un coche negro blindado apareció al lado Este de la calle. La tenue luz del sol rebotaba en una dirección contraria, como si los vidrios no absorbieran esta sino que crearan un efecto repelente.
El cazador, vestido con su ropa formal, apareció junto a nosotros con lentes oscuros y el cabello peinado hacia atrás en una bomba de gel paralizante. La sonrisa tiraba de todos los músculos de su cara, formando pequeñas arrugas alrededor de la boca y los ojos.
-¿Estás lista?-preguntó con deje condescendiente.
-No tengo opción.-me quejé automáticamente.
Todo estará bien.- Me aseguró Jules que ahora veía a través del visor de su casco negro.
-¿No viene señor Worthon?
-Exactamente: no voy.-Podía notar el repudio que Jules sentía hacia el cazador sin necesidad de adentrarme en sus interior.
¿Quién no lo haría? El cazador había atrapado a todos en la base. Nadie le conocía tanto como yo, pero era claro el porqué, en tanto a Jules, había jurado asesinarlo cuando lo encontrara de nuevo, pero no había contado con que lo necesitara.
Me subí al coche antes de que alguien me lo pidiera. El olor a puros estaba tan tangente en el aire que tuve que toser repetidas veces para evitar que me llegara hasta los pulmones.
El carro tenía un vidrio protector entre el conductor y los pasajeros, un botón sobre mi cabeza me invitaba a conocer a mi nuevo transportador. Los sillones reforzados en tapicería de cuero, algunos reposacabezas ordenados sin escrúpulos. Había un minibar a lo largo del espacio con algunas copas de champán y vodka, además de un reproductor estéreo de última tecnología en el que sonaba una canción ambiental con delfines como protagonistas.
Que exuberante-chilló Jules, observando todo a través de mis ojos.
-Disfruta de tu estadía durante las horas de viaje que restan.-El cazador me entregó un Ipod con audífonos y una lista de mis canciones favoritas, era el que siempre usaba cuando me atrapaba y con el que me distraía cuando me aburría.
Estaré cerca-aseguró Jules, encendiendo el motor de la moto con un seco empujón.
Más te vale si quieres conservar intacta tu linda melena dorada.-Sentí como a Jules se le erizaban los pelos del brazo y daba una vuelta completa hacia la salida más próxima.
Giré la rueda completa de volumen en el Ipod y mientras que Word Up perforaba mis oídos esperé no arrepentirme de haber pisado el primer escalón del coche del cazador.

3.02.2012

Capítulo
2
Por lo menos saluda
L


unes. Día de muerte sentenciada para los estudiantes del Richmond Hight School. Pero no para mí; ir a la escuela era realizar un acto normal como cualquier persona normal. Pensar en jerarquías sociales, elegir la banca para el almuerzo que marcaba tu rango entre el alumnado, ir hasta tu casillero con la clave asignada desde el inicio del semestre, usar los lavabos apestosos sin papel higiénico…Era lo que realmente me interesaba. No una chorrera de aparatos previamente desinfectados, o comer comida sin nada de calorías.
El paseo de investigación con Carlie había resultado una pérdida de tiempo. Creí poder guiarme hasta el teléfono que me había llamado pero no hubo rastros de que esa llamada se hubiera ejecutado alguna vez; en la lista de números contestados solo aparecía mamá y Carlie. Ningún número desconocido.
-El comité del baile de primavera está pensando en hacer una fiesta temática. Es muy guay.-Carlie usaba un vestido amarillo fluorescente de tirantes con azucenas blancas y naranjadas regadas por toda la esponjosa falda, el cabello recogido en dos coletas altas y la mochila con brillantina rosa de Prada en el hombro. Y, por supuesto, una chupeta de cereza a medio comer.
-Estás insinuando que entre contigo al comité del baile y te ayude con la decoración ¿verdad?-El pasillo blanco bordeado por los archivadores verdes de los estudiantes era bastante extenso, y la clase de Historia no estaba sino hasta el final, así que tuve que soportar la charlatanería de Carlie desde mi casa.
Susan Chance, una escuálida rata de laboratorio sacaba un libro de su casillero para su siguiente clase. Tenía algunas clases con ella, solo no recordaba cuáles. Era invisible para los demás, pero no para mí. Había hecho una meticulosa introspección en su cerebro-algo así como un experimento de pensamientos que había creado dos años atrás-, y lo que tenía adentro era digno de ver y oír. Susan era una poetisa y dramaturga sin explotar; sus nervios y su ridículo miedo a las personas habían evitado que se convirtiera en todo un diamante de los teatros mundiales.
-A un lado, ratita-Caroline Strobought, la zorra con delirios de Twiggy, empujó con su cadera anoréxica cubierta por la falda roja de animadora el trasero de Susan, derribándola con los cinco libros que tenía en los brazos. Metió los pompones dentro de su casillero, que para mala suerte de Susan estaba justo encima del de ella, y luego se echó dos capas de brillo de labios con humectante y se retocó el rímel.
Me apresuré a recoger los libros de Susan que estaban a punto de ser echados con las botas de punta de las animadoras Janys C y Janys M: las gemelas del diablo. Cuando agarré el saco de poliéster morado de Susan para ayudarle a levantar vi como metía en el medio un libro grueso de pasta roja con el nombre de “Bomba nuclear mental. Volumen II.”
-¿Cuál es tu problema, Caroline?-pregunté con tono mordaz.
-Miren nada más, chicas-se giró hacia las Janys-. Aquí está la madre Teresa ayudando a los retrasados mentales.
Me incliné sobre el rostro embadurnado de Caroline aún con el dobladillo del saco de Susan entre las manos.
-Será mejor que guardes tu distancia, Caroline.-Pude ver como las Janys se contraían por detrás la espalda de Caroline cuando le lancé la mirada envenenada que usaba con los que se portaban mal.
-Uhh. Mira como tiemblo. La cachorra de Doberman Deneddy me ha amenazado. ¿Qué harás al respecto? ¿Me insultarás en vivo? ¿Irás a mi casa con todo el equipo de radio para ponerme en ridículo?
Un gruñido gutural procedente de mi garganta salió a través de mi boca.
-Por favor-habló con sorna-. No me puedes hacer nada. Ni si quiera puedes hacer que Joe Deneddy te reconozca como su propia hija.-Las Janys se burlaron.
Golpe bajo. Me lancé hacia el cabello rubio teñido de Caroline mientras le arrancaba la goma que llevaba puesta. Caroline y sus seguidoras gritaron fuerte. La primera con incitación y las segundas con temor. Estrujé a Caroline hacia la pared blanca y me lancé como una gacela sobre su cuerpo repleto con agua y pastillas adelgazantes. Había dejado mi mochila atrás por lo que mis movimientos habían sido fáciles de realizar, desgraciadamente la flexibilidad de Caroline había evitado que le diera un puño en el estómago; dio una pirueta hacia atrás con más elegancia de la que había esperado. Corrí directo hacia ella y practiqué mi última clase de judo como si se tratara de un saco de lona repleto de arena. Le golpeé el tórax contra la columna de yeso a su espalda con el codo, dejándola sin aire para respirar. Ella era en cuestión como una tigresa, pero en esos mismos momentos sus ojos se voltearon hacia atrás; esperé a que se restregara hasta el suelo mientras escuchaba las voces exigiendo más pelea, pero Caroline se puso de pie mientras que con la habilidosa pierna me daba una patada en la espinilla, me la agarré instintivamente brincando en un pie. Caroline se aproximaba y la vocecita de Carlie se oía agitada a través de la multitud pidiendo que me detuviera y escapara; pero para la sorpresa de todos y la mía-gracias instinto-me lancé por los aires sobre ella.
El resultado fue inesperado: alguien con unos grandes y gruesos brazos me sostuvo por el estomago antes de arremeter contra Caroline que se protegía el rostro con una perfecta manicura francesa. El maldito hombre que me tenía agarrada casi me rozó los pechos por mi inútil esfuerzo para liberarme. Una vez más me retorcí y tiré la cabeza hacia atrás en signo de rendición. Esperé a que alguien dijera algo, pero todos miraban la sorprendida cara de Caroline que tenía los ojos hacia el rostro de la persona que me sostenía y la sonrisa de idiota se le marcaba.
-¡Pisque!-Carlie se abrió paso entre la multitud hacia mí. El hombre que me sostenía me dejó libre pero ni siquiera me volteé para verle, solo seguí derecho por el lado de Caroline que se encogió de miedo.
Me vi obligada a ir hacia la enfermería por algunas compresas frías para la espinilla y también convencer con algo de mi persuasión al director para que creyera que solo había sido un malentendido.
-Creí que la ibas a desinflar o algo así, no es que tenga mucho adentro. Solo aire en el cerebro…De verdad que me asusté-Carlie era mi compañera de laboratorio en el cuarto período del día. Tenía puestas sus gafas de presión mientras yo agregaba algo de sulfato de sodio en un beaker.
-Se lo tenía merecido-argüí con certeza.
-Creí que eras un pacifista en busca de experiencias normales.-Carlie revolvió el frasco mezclándole agua.
-Sí, pero una pelea en el pasillo de una escuela secundaria es normal.
-¿Qué lógica tiene eso?
-Es lógicamente lógico.
Cuando terminamos nuestra reacción de cobre, Carlie y yo nos dirigimos hacia las sillas de piedra sujetas a la pared que habían  en el aula y nos deshicimos de los delantales blancos, lo lentes de seguridad y las redecillas para el cabello que a duras penas pude ponerme.  Tenía un pitido incesante en el oído que normalmente asimilaba con “familia.” Pero el sonido era demasiado agudo, como un GPS mental hacia alguien no marcado.
Me masajeé la pierna herida que seguramente ya tendría un moretón gigante mientras Carlie sacaba secretamente una chupeta del bolsillo casi invisible de su vestido.
El profesor Alhdu, un hombre indio con una nariz bastante peculiar y un peinado alocado de los setenta, se aproximó hacia mí con un comprobante de inasistencia.
-Tiene veinte minutos, señorita Deneddy-exclamó con un acento marcado y un papel blanco.
-¿Para qué?-Escuché un suspiro por su parte. Recibí el comprobante.
-Alguien la busca fuera. Tiene veinte minutos antes de que su comprobante expire. Uno, dos…
Me puse de pie con la ayuda de Carlie, que había escondido su chupeta, y me sacó hasta el pasillo para luego volver por un grito del profesor vejete.
El pitido aumentó su potencia hasta que frenó en seco para dejarme pasmada con algo que no esperaba. El sudor frío me bajó por las manos y sentí los labios gomosos.
-Hola Gweny-La voz atronadora hico eco en el pasillo deshabitado.
Me acerqué aún más para comprobar que mis ojos no me estuvieran engañando y parpadeé sin cesar.
-¿Qué demonios estás haciendo aquí?-La voz se me quebró en cuanto hablé. Me aclaré la garganta.
Jules estaba recostado sobre la pared blanca con aire despreocupado, unos jeans negros y una camiseta traslucida con cuello de pico que se le pegaba a la musculatura de hombre; todavía tenía el cabello largo hasta los hombros pero se lo había teñido de rubio y lo llevaba liso, no tenía delineados los ojos que esta vez parecían más grandes y el arete en la nariz había desaparecido; además tenía el doble de la masa muscular que la última vez en que lo había visto. Parecía una copia más joven de un comic de Thor.
Hacía cuatro años no había visto a Jules, desde que me habían capturado por segunda vez y desde que él me había traicionado denunciándome con las autoridades. Por suerte él había huido antes de que volviera entrar a la Dark Wing porque de lo contrario alguien habría salido gravemente herido.
-¿Qué mierda te has hecho en el cabello, Jules?-El muy imbécil esbozó un sonrisa ladeada.
-Se llama encubrimiento, Gweny. Te impide que te descubran fácilmente. Deberías intentarlo.
Me crucé de brazos.
-Yo tengo mis propios métodos de encubrimiento.
Una carcajada sensual se le salió; de esas con las que personas como Caroline hubiera comenzado a jugar con el cabello. 
-Siempre has sido tan cabezota.-Se acercó hacia mí y me abrazó con los mismos doce centímetros de más que siempre me habían superado-. Te he extrañado mucho, Gweny.
Lo separé con demasiada fuerza  y le di una bofetada con el puño que usaba para atacar.
-Aún no he olvidado tú traición, Jules. Por tu culpa Sarah no pudo salir de la cárcel.
-Me he enterado que has vuelto-replicó, pasándose la mano por el pómulo marcado.
-¡Se la han llevado!-grité impaciente-. No la he visto de nuevo, algunos dicen que han estado haciendo experimentos con ella.
Jules frunció el ceño, comprendiendo mis palabras. Entonces, para cuando las comprendió, me abrazó de nuevo.
-Lo siento mucho, Gweny.
-¡Basta!-Lo alejé de nuevo-. Y deja de llamarme Gweny, nadie lo hace desde que tenía catorce.
-¿Y cómo quieres que te diga?
-De ninguna manera-aclaré-. Te vas en este mismo momento y no volverás a verme o buscarme nunca más.
Miré fijamente la profundidad de los ojos de Jules, intentando que viera la amenaza que había en los míos.
-Yo solo vine advertirte-repuso con los ojos cristalizados-. Te han estado vigilando por mucho tiempo; te tienen en la mira. He estado haciendo algunas búsquedas y me he encontrado con que eres la clave.
Como en el pasillo no había nadie decidí que, una vez cruzada de brazos y ceñuda, de nada servía hacerme la fuerte con Jules e intentar parecer indiferente, así que pregunté:
-¿La clave de qué?
-No somos nada si no estás tú. Aparentemente todo nuestro poder reunido es el mismo que tú tienes. Si quieren hacer algo con nosotros te necesitan a ti.-Inspeccionó el lugar con la mirada-. Tú eres la última pieza del rompecabezas, Gweny. Por eso no te pueden dejar ir.
Mierda. Esto sí que es grandioso.
-¿Cómo sé que no has venido arrastrarme de nuevo?
Jules sonrió sacudiendo la cabeza hacia los lados, haciendo que todo su pelo dorado se iluminara como un estandarte de seda atrapado en la brisa.
-Tú sabes que me aseguro de que la protección de todos no sea efímera, pero también sabes cuánto odio estar allí; no volvería por nada del mundo. Pero la base está teniendo problemas.
-¿Qué clase de problemas?-quise saber.
-Alguien está cazando a los habitantes de la Dark Wing; por lo que sé solo algunos han estado escondidos por mucho tiempo. Pero no han podido salir.
Pj inundó mi mente por completo. La imagen de mi amigo ensangrentado fue un choque eléctrico por todo mi cuerpo.
-¿Pj?
-Aún sigue atrapado-dijo, asintiendo con la cabeza.
-¿Qué debo hacer, Jules?
-Tienes que regresar. Salvarlos.
¿Regresar a la Dark Wing, por mi propia cuenta? Impensable.
-Yo no quiero regresar. ¡Sabes lo difícil que es escapar!
-Lo tienes que hacer si quieres recuperarlos.
Jules se acercó hacia mí y me plantó un beso fraternal en la frente.
-Avísame si quieres regresar. Yo te llevaré-susurró-. Estaré cerca.
Cruzó la mitad del pasillo con los puños dentro de los bolsillos y el cabello revoloteando con cada pisada. Se volteó y gritó a pesar de que no había nadie:
-Por cierto, procura no meterte en problemas; mantenerte en control nunca ha sido fácil. Y menos atraparte cuando estás cabreada e intentas golpear a una dulce porrista.
-Que te jodan-Regresé al aula con la risa macabra de Jules resonando en mi espalda.
-Estas hermosa, Gweny-gritó aún más fuerte. Estaba segura de que todas las clases en el pasillo escucharon eso.
-Muérete Jules-susurré.
Todo el día tuve la idea de ir con Jules hasta la base, pero siempre había algún impedimento que procuraba aparecer entre la salvación de Pj y mi cercanía a él.
Mi última hora fue biología. Como me había tomado el tiempo para ir demasiado lento en cada cambio de hora la única silla vacía era en el medio de la clase, al lado de Miss Chatterbox. Caroline estaba tan impecable como siempre, pero al ver que la única silla que quedaba vacía era para mí su rostro fue amargura pura, aunque sabía que me tenía miedo.
-No te preocupes, princesa. En cuanto no me molestes con tu espejo, no te haré nada.-Me ignoró y siguió marcando la forma de sus labios con el meñique, intentado ingenuamente observar a la persona a su espalda por el espejo de mano. Dos puestos más atrás estaba Stefan: atleta inmejorable, índice de insuperables notas escolares, ternura extrema, voz sumamente atrayente y rostro perfectamente complementario con el grandísimo cuerpo-resultante de un entrenamiento continuo-. Una ensoñación para cualquier mujer. Y previamente reservado por Caroline cuando entró al equipo de porristas para verlo durante el entrenamiento de fútbol. ¿Qué idiota entra a un equipo de porristas solo para ver a un hombre perfecto sin camisa mientras suda? Mal para Caroline: Stefan no le prestaba ni una pisca de atención. Ni siquiera pareció notarla cuando se había comprado sus tacones número veinte de exclusividad Chanel. 
El profesor ordenó hacer grupos de a dos para clasificar algún tipo planta con material infectado por la radiación. Caroline buscó con intensa rapidez el rostro de Stefan.
-Pisque, ¿te gustaría hacer pareja conmigo?-La voz del fantástico Stefan sonó sobre mi cabeza, torcí el cuello y respondí:
-Por supuesto, Stefan-Ya podía sentir el odio de Caroline en mi dirección.
Mal para ella: Stefan no le prestaba ni un poco de atención, porque la tenía toda sobre mí.
En cuanto Stefan y otros chicos de la escuela dejaban en claro sus sentimientos hacia mí, más aceptaba que al final de mi vida terminaría siendo una solterona con siete gatos, como la señora Sparks. Ya había pensado sus nombres: Pasta dental, Apestoso, Cleopatra, Pelusa, Moco de ogro, Copito rebelde y  Miedoso. Mi favorito sería Copito rebelde.
El tiempo transcurrió con exagerada lentitud; entre miradas romanticonas por parte de Stefan e iracundas por parte de Caroline que se sentaba lejos con un tipo de rasgos chinos.
-Ella siempre se queda con todos-se quejó Caroline con el recién llegado que no hablaba español.- ¿Qué me dices del adonis que la sostuvo hoy en el pasillo?  Parecía bastante interesado en ella, como si hubiera venido a llevársela o a protegerla de algo-¿Jules parecía interesado en mí? Agudicé mi oído mientras el área de asociación auditiva en mi cerebro se acostumbraba a la agudeza en la voz lejana de Caroline al otro lado de la clase-. Desearía que alguien me protegiera así. ¿Y Stefan?  Nunca parece notarme. Siempre está hablando de ella y de lo diferente y hermosa que es y ¡a la mierda! Es una falsa. Eso es lo que es. Se cree demasiado porque su papá es el locutor más importante en Richmond. ¿Y qué? El mío es uno de los dueños ejecutivos de Jimmy Choo ¿Pero alguien parece notarlo? No.
Casi sentí compasión por Caroline, pero todo eso se acabó cuando miró mis ojos entrometidos y me sacó el esbelto dedo del medio en alto. Toda la clase rompió en risas y ella pareció bastante complacida.
-Oye, Pisque-miré de nuevo hacia Stefan, que me observaba con los ojos azules resplandeciendo-. He estado pensando en que…bueno, ya sabes, el baile de primavera es dentro de pocas semanas-Oh, no-, y me gustaría, bueno, que fueras conmigo.
No dudé en responder.
-Stefan, de verdad me encantaría ir contigo-Las manos de Stefan comenzaron a temblequear de emoción-. Pero no sé bailar.
-Te puedo enseñar-aseguró inmediatamente.
-Lo siento, pero prefiero evitarme el síntoma de la vergüenza. Deberías invitar a Caroline-No puedo creer que estoy haciendo esto-. Estoy segura que dirá sí.
Stefan giró la cabeza hasta donde se encontraba Caroline acariciándose el cabello de color  trigo con las manos, al tiempo que tarareaba alguna canción en silencio y su compañero de clase hacía el trabajo de ambos. Vaya que no me das material para trabajar, Caroline.
-No le digas a nadie-pidió Stefan bisbiseando-, pero siempre ha estado detrás de mí. Es una pesada. Yo prefiero a las personas como tú, P. Sin miedo a nada.
Sin miedo a nada repetí mientras recordaba la idea de Jules acerca de regresar. Quizá la frase no debió ser sin miedo a nada sino sin una reputación que mantener o sin una idea del significado de sensatez.
-No te preocupes, Stefan. Caroline podría resultar…interesante.
-Desearía que hubieran más como tú, Pisque.
No si me conocieras en realidad.
-Venga, Stefan, dale una oportunidad a Caroline. Al fin y al cabo ella es la líder de las porristas y tú del equipo de fútbol. Están destinados a estar juntos. Es una regla básica de la secundaria que los coronen a ambos como el rey y la reina del curso.
Stefan se bufó, mirando a Caroline por última vez.
-Espero que tengas razón.
Estuvimos callados por unos veinte minutos. Mientras inspeccionaba y arrancaba las horquillas de mi cabello, podía sentir la mirada de Stefan sobre mi cabeza.
-Siempre has sido más hermosa que las demás, Gweny. No lo culpes por querer ir contigo al baile.-Miré hacia arriba buscando la voz profunda de Jules. Pero en lugar de eso, solo hallé los ojos escrutadores de Stefan mirándome con emoción.
-¿Jules?
-No me resistí, lo siento-respondió Stefan con una sonrisa que nunca le había visto antes, más bien parecida a una sonrisa que habría hecho Jules.
-¿Qué diablos haces metido ahí?-susurré, acercándome más a él-¿Pretendes que nos descubran?
-Venga, Gweny, bésame. Besa este hermoso rostro de atleta juvenil. Yo sé que no te puedes resistir a mi hermoso rostro, digo, a su hermoso rostro.
Corroboré que nadie me estuviera mirando y le di una bofetada al rostro de Stefan. Este dio un brinco.
-P, ¿por qué hiciste eso?-preguntó alarmado, cubriéndose la marca roja que le había dejado en el lado derecho de la cara.
-¿Eres tú Stefan?
-¡Claro que soy yo!
Oh.
-Lo siento mucho, de verdad, no sé porque lo hice, yo…
Caroline la metiche Strobought, se acomodó de rodillas al lado de Stefan, mirándome por encima del hombro con la mirada más significativa que había visto nunca. Agarró uno de sus paños húmedos aromatizados de una caja personal y le limpió la cara roja. Stefan seguía mirando.
-Lo siento mucho, Stefan.
-Cállate-espetó Caroline-. Ya has causado suficiente daño por hoy.
Agradecí al cielo que la campana de salida hubiera sonado cuando Caroline estuvo a punto de gritarme algunas verdades. Me colgué la mochila al hombro y miré a Stefan, que ya no me perforaba con los ojos, suplicando una disculpa.
Atravesé todo el pasillo sin detenerme a esperar a Carlie que estaría en su clase de gimnasia. Me contuve de gritar el nombre de Jules en el aire y darle otra bofetada en cuanto le viera; lo cual fue rápido pues al salir a la zona de aparcamiento la figura contorneada de Jules se contraía por la risa bajo la sombra de un árbol de acacia.
Idiota-introduje en su mente.
Vamos, Gweny. Fue divertido-respondió con la risa envuelta entre las palabras.
No, no lo fue.
Es solo que el chico se estaba babeando por ti. No me pude resistir, lo siento-repitió sin parar de reír.
No te burles, Jules.
No lo hago. Solo quiero dejar en claro que el tipo quiere algo contigo. Vamos, Gweny, llévalo al baile de primavera.
¿Estás celoso, Jules?-pregunté con malicia
¿Debería estarlo?
Probablemente considere la idea de ir con él al baile.
El rostro de Jules era inescrutable.
Ahora sí estoy celoso-confirmó con un asentamiento de cabeza.
Pues deberías estarlo, porque iré con él al baile.
Estaba bromeando, Gweny. Tú no sabes bailar.
Él me enseñará. No te preocupes, te diré como salieron las cosas.
Vamos, no tienes porque ir con él si lo que quieres es convencerme de invitarte.
No sabía que querías ir al baile conmigo.
¿Lo harías?-preguntó con desdén.
Parada en medio del estacionamiento con cientos de personas pasando a mí alrededor fue extraño.
No
Qué bien… Porque no sé bailar.
Jules me agarró por el cogote y me llevó hacia él, que se había aproximado lentamente mientras transcurría nuestra discusión mental.
-Te he echado de menos, Gweny.
-Deberías ser capaz de visitarme al menos una vez al año.
Las discusiones entre Jules y yo siempre habían sido iguales. Al principio él me convencía de hacer algo que yo nunca haría y al final yo le convencía de retractarse por haberlo dicho. Jules era como mi hermano mayor, algo que Charity nunca había aprendido a ser.
-Lo he hecho-atajó
-¿Lo has hecho?
-Sí, la última vez te estabas bañando en la casa de tu amiga. Qué bueno que no me viste espiándote sobre la rama del árbol junto a la ventana porque de seguro te hubieras cubierto.
Lo empujé por el pecho. Jules se rió con la sonrisa de guasón que siempre hacía cuando decía una mala broma.
-Vamos por un helado-Me pasó el brazo por los hombros.
-Solo si tú pagas, porque no llevo dinero conmigo-le advertí.
-Me debes un montón de dinero, niña. El contrabando de Pj no es gratis, ya lo sabes.
Miré hacia mis zapatillas enlodadas. Jules apretó más fuerte mis hombros.
-No te preocupes. Yo te ayudaré a sacarlo de allí.
-¿Lo prometes?
-Lo prometo.-aseguró.
Sonreí.
-Vamos por ese helado entonces.